Nos llena de alegría que nuestro autor, Edmundo de los Ríos, siga cosechando lectores y que su único libro (hasta ahora) siga encontrando el merecido sitial que le fue negado durante muchos años. Esta vez nos hemos topado con este bello texto firmado por Mauricio Jarufe Caballero, en el portal Letras al Mango, quien bajo el título «Una danza sin fin: “Los juegos verdaderos” de Edmundo de los Ríos» nos revela más aspectos sobre nuestro autor y su obra:
«Edmundo de los Ríos no volvió a escribir. Publicó su novela, la llevó a Cuba, se cargó con el “Casa de las Américas” y volvió al anonimato. Estuvo años publicando artículos y corrigiendo estilo, pero no retornó a la panacea literaria ni a sufrir por el tortuoso proceso de hacer novelas. Su nombre pasó al olvido y su novela se volvió poco más que una anécdota en empolvados estantes que nadie visita.
¿Existe acaso peor destino que la irrelevancia? ¿Hay un castigo más cruel, un mayor arquetipo de injusticia que una obra maestra condenada a la ignorancia? Probablemente no. Lo más curioso es que “Los juegos verdaderos” no es una novela que, a priori, debería pasar desapercibida: una historia de un estudiante formado guerrillero —en plena efervescencia política latinoamericana— que se enfrenta a la opresión estructural de un sistema monstruoso e injusto.
Es, a su vez, una novela disruptiva en su estilo: involucra tres planos temporales —todos entrecruzados entre sí— que, a su vez, son representación de procesos con los que todos nos asociamos (infancia, juventud, adultez temprana). Pero el punto trascendental en la novela —y quizás la razón que más indigna— es su atrevimiento: un lenguaje simbólico, alegórico, y, a fin de cuentas, un lenguaje sucio. La primera página así lo demuestra: un hombre en un receptáculo limitado —una cárcel— rodeado de enormes ratas de ojos brillantes. El factor de “realidad cruel” sin embargo, no se detiene. Escenas de despertar sexual sin dificultad en la explicitez. Momentos nauseabundos, en los que los personajes, sometidos a la peor situación de la presión, hacen lo que pueden por sobrevivir: defecar unos al lado de otros, hacerse el muerto, tomar el fusil para acabar con un enemigo invisible. Sí. Cosas que incomodan».
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