ESTÉTICA DE LAS REVELACIONES: un buceo hacia lo filosófico / poético de los universales. A propósito del libro de CROMWELL CASTILLO
Por Nicolás Hidrogo
La Poesía siempre ha servido para cantar las emociones, las cuitas y la desesperación del sentimiento humano, así como para celebrar festivamente sus efímeras alegrías. Pero la Poesía también ha servido para exorcizarse así mismo, para filosofar y alcanzar un nirvana lleno de posiciones calidoscópicas.
En “Estética de las revelaciones” de Cromwell Castillo Cabrejos, hay un intento deconstructivo por empatar cuatro elementos esenciales de la filosofía griega: Agua, fuego, tierra, aire. Universales que corresponden a una concepción de los elementos constituyentes de la vida y que adoptan la forma de Poiesis. Castillo toma como ejes matrices cada uno de estos elementos y se transfigura pretextalmente para generar una construcción introspectiva, para elucubrar su propia filosofía y metapoesía, para engendrar más dudas que certezas, para abrir nuevos derroteros de mirar desde adentro a la poesía, para hablar de ella misma a partir de la experiencia sensorial, para iluminar el camino del poeta lleno de incertidumbres.
La poesía de Cromwell es sensorial, es metafísicamente un trozo sintético de emociones refundidas, es un revoltijo articulado de expresiones filogenéticas, es un caos ordenado sincrético de emociones propias y una visión holística del mundo, de lo que le ocurre y la mirada curva de la poesía en torno a su mundo real y emocional. Es una poesía con una alta dosis de estructuración y refundición. Poesía que ha sido cocida a fuego lento y que cual crisol refleja su esteticidad por su concisión seguidilla.
Remontándose a las viejas concepciones aristotélicas y presocráticas, Cromwell elabora un metadiscurso que fusiona poesía y Filosofía. En este libro se encuentra su concepción de arte, su mirada de poeta y allí mismo redescubre sus propios fantasmas sociales: un anomia que carga en sí los universales de la soledad, la angustia existencial, la mirada de reojo de la estética misma, pero fundamentalmente del hombre, de ser contextualizado.
La poesía de Cromwell aparentemente es un discurso pretextual, es una construcción endocéntrica que parte de su centro poético, pero que abarca el entorno de la esencia de las cosas, el palpitar de la vida misma, su concepción de arte, vida, política, soledad, amores y autodestrucción.
El poemario es un diálogo permanente alusivo con la poesía, con el poema, con el arte de poetizar. Engancha y articula elementos cosmogónicos: Agua para vivificar la vida. Fuego para extinguir las propias penurias terrenales. Tierra para construir esperanzas mundanas. Aire para sentir la frescura de la libertad e ir más allá. La poesía es el manantial cuyo rescoldor nos cobija y nos da el soplo de vida.
Hay en la poesía de Cromwell una vitalidad de imaginería madura y cincelada tan preclara, que cada verso parece haber sido tallado y reducido de una montaña de palabras en apenas un nucleó tectónico que dice lo esencial para imaginarse o inferir todo lo demás.
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