
Las cosas tardan pero siempre llegan. Luego de varios meses de constantes dificultades, el libro Sparagmos de Maurizio Medo Ferrero (Lima, 1965), verá, por fin, la luz este mes de diciembre. Se trata de un extenso libro donde se puede vislumbrar la historia de un recorrido: la del lenguaje de Medo, poeta quien, como señala Alan Mills ha sido capaz de “construir su propio idioma”, y al que Luis Fernando Chueca alguna vez denominara como “lengua médica”.
Sparagmos saldrá en una coedición del mítico sello Asaltoalcielo Editores, identificado con los poetas Roger Santivañez y José Antonio Mazzotti, en el que se han publicado autores tales como Jorge Frisancho y Rodrigo Quijano -compañeros de ruta de Medo- hasta otros, tan importantes para nuestra lengua, como Carlos Germán Belli o Raúl Zurita. Para Cascahuesos este extenso libro es un acto de integración y una muestra de que, en poesía, no existen fronteras: sólo ella nos da la oportunidad de pensar en el mundo como un solo país. Y también es algo simbólico pues, tal como me lo confesara el poeta limeño, su corazón se siente profundamente ligado a nuestra ciudad, el lugar de “su casa”, lo que me lleva a interpretar que, muy a su pesar, el corazón de Medo ha terminado siendo tan arequipeño como una chomba de chicha o una flor de texao.
Maurizio Medo obtuvo en 1986 el Premio Nacional de Poesía Martín Adán. Ha publicado anteriormente Travesía en la Calle del Silencio (Lima, Jaime Campodónico editor, 1988), Cábalas (Lima, Jaime Campodónico editor, 1989), En la Edad de la Memoria (Lima, Jaime Campodónico editor, 1990), Contemplación a través de los espejos (Lima, Jaime Campodónico editor, 1992), Caos de Corazones (Lima, Luna azul editores, 1996), Trance (Lima, Jaime Campodónico editor, 1998), Limbo para Sofía (Lima, Fondo editorial de la PUCP, 2004)- título con el que obtuvo el Premio de Poesía Eguren 2005, El Hábito Elemental (New York, Latino Press, 2004) y Manicomio (Santiago de Chile, La calabaza del diablo, 2005; segunda edición: Lima, Editorial Zignos, 2007), La trovata (Massachussets, Asaltoalcielo, 2006), Contramano (Guayaquil, 2007); y junto a Raúl Zurita editó La letra en que nació la pena, Muestra de poesía peruana 1970-2004 (Lima, El Santo oficio, 2004) y con Eduardo Milán la conversación Escribir contra la pobreza: sobre poesía latinoamericana actual (México, 2004) y Álbum de Arena: primera antología poética binacional de Perú y Ecuador, celebrando los 10 años del Acuerdo de Paz (Guayaquil 2007). Su obra, considerada uno de los referentes indispensables de la nueva poesía latinoamericana aparece en estudios tales como “Pulir Huesos: veintitrés poetas latinoamericanos, 1950-1965”, editada recientemente por el sello Galaxia Gutenberg.
Dejo un poema de este nuevo libro que, pronto, se presentará en nuestra ciudad y otras ciudades del Sur del país.
Cuando el autor creía…
Aquí llegó mi abuelo con una gota azul del mar Mediterráneo.
Aquí mi padre cercó los jardines con sus huesos.
Pero esta ciudad es semejante a todas las ciudades.
Sólo me acoge...
un viejo poeta, sideral y tóxico
y esta neura que me quiebra en
calambres bajo mojones de aspirina.
No se oye otro rumor que el del agua
filtrándose en el sótano,
pasos redoblando dentro de otros pasos,
y el crujido de una puerta
que nunca está abierta ni cerrada.
Yo no conozco a nadie ni nadie...
Apenas la lluvia empapa el espejo adonde otro
me excusa o me censura
abismado en una insobornable lejanía.
Esta ciudad es semejante a todas las ciudades.
Las damas se restan las edades untándose
con heces muertas de animales
para dejar una intriga en las bandejas.
¿Y ese alarido tras los cristales rotos?
¿Y esas heridas que no son visibles?
- pregunto.
Pero la voz de un extranjero se extingue
entre los bramidos del mar
(como un antiguo manuscrito
cuyas letras se borran una a una)
Aquí murió mi abuelo.
Los albatros devoraron sus ojos.
Aquí mi padre cercó los jardines con sus huesos.
Pero esta ciudad es semejante a todas las ciudades:
Anda demasiado ciega para ver
la herida que esconde un extranjero.
Maurizio Medo obtuvo en 1986 el Premio Nacional de Poesía Martín Adán. Ha publicado anteriormente Travesía en la Calle del Silencio (Lima, Jaime Campodónico editor, 1988), Cábalas (Lima, Jaime Campodónico editor, 1989), En la Edad de la Memoria (Lima, Jaime Campodónico editor, 1990), Contemplación a través de los espejos (Lima, Jaime Campodónico editor, 1992), Caos de Corazones (Lima, Luna azul editores, 1996), Trance (Lima, Jaime Campodónico editor, 1998), Limbo para Sofía (Lima, Fondo editorial de la PUCP, 2004)- título con el que obtuvo el Premio de Poesía Eguren 2005, El Hábito Elemental (New York, Latino Press, 2004) y Manicomio (Santiago de Chile, La calabaza del diablo, 2005; segunda edición: Lima, Editorial Zignos, 2007), La trovata (Massachussets, Asaltoalcielo, 2006), Contramano (Guayaquil, 2007); y junto a Raúl Zurita editó La letra en que nació la pena, Muestra de poesía peruana 1970-2004 (Lima, El Santo oficio, 2004) y con Eduardo Milán la conversación Escribir contra la pobreza: sobre poesía latinoamericana actual (México, 2004) y Álbum de Arena: primera antología poética binacional de Perú y Ecuador, celebrando los 10 años del Acuerdo de Paz (Guayaquil 2007). Su obra, considerada uno de los referentes indispensables de la nueva poesía latinoamericana aparece en estudios tales como “Pulir Huesos: veintitrés poetas latinoamericanos, 1950-1965”, editada recientemente por el sello Galaxia Gutenberg.
Dejo un poema de este nuevo libro que, pronto, se presentará en nuestra ciudad y otras ciudades del Sur del país.
Cuando el autor creía…
Aquí llegó mi abuelo con una gota azul del mar Mediterráneo.
Aquí mi padre cercó los jardines con sus huesos.
Pero esta ciudad es semejante a todas las ciudades.
Sólo me acoge...
un viejo poeta, sideral y tóxico
y esta neura que me quiebra en
calambres bajo mojones de aspirina.
No se oye otro rumor que el del agua
filtrándose en el sótano,
pasos redoblando dentro de otros pasos,
y el crujido de una puerta
que nunca está abierta ni cerrada.
Yo no conozco a nadie ni nadie...
Apenas la lluvia empapa el espejo adonde otro
me excusa o me censura
abismado en una insobornable lejanía.
Esta ciudad es semejante a todas las ciudades.
Las damas se restan las edades untándose
con heces muertas de animales
para dejar una intriga en las bandejas.
¿Y ese alarido tras los cristales rotos?
¿Y esas heridas que no son visibles?
- pregunto.
Pero la voz de un extranjero se extingue
entre los bramidos del mar
(como un antiguo manuscrito
cuyas letras se borran una a una)
Aquí murió mi abuelo.
Los albatros devoraron sus ojos.
Aquí mi padre cercó los jardines con sus huesos.
Pero esta ciudad es semejante a todas las ciudades:
Anda demasiado ciega para ver
la herida que esconde un extranjero.
Comentarios