
¿Qué impulsa a un grupo de muchachos a fundar una editorial, habiendo en el mercado local e internacional una buena cantidad de editores y editoriales, más aún si en plena posmodernidad en la que nos ha tocado vivir y donde todos los peruanos hemos caído por inercia —y siempre a nuestro estilo—, sin que nadie nos pregunte o nos invite de buenas maneras a estar en ella?
Peor aún si ahora los requisitos del mercado han forzado a que todos los que nos dedicamos a la creación nos veamos de pronto inmersos dentro del poderoso tren o la autopista del consumismo, que el mismo libre mercado impulsa, y para lo cual, todos los Estados del mundo están o ya han adoptado las famosas “industrias culturales”, es decir, convertir todo lo que el hombre crea o hace en un producto masivo de consumo, el mismo que debe cumplir ciertos requisitos, cánones, estilos, o estándares de calidad, e ir a la par de la moda del momento, u otras formalidades, etc., etc.
Pues bien, quizá allí este parte de la respuesta y para empezar, tal vez sea porque en nuestro país aún no se han aplicado las respectivas “políticas culturales” que sólo sirven para impulsar la mencionada “industria cultural” y todo termine en el mercado como un producto efímero, de uso momentáneo y desechable al siguiente día.
Y puesto que en el mercado actual, el consumo masivo sólo es una forma más de darle un sentido a nuestra vida, darle un cuerpo a nuestra felicidad momentánea, (desmoronada, allá por el siglo XVIII, cuando lo trascendente, es decir, Dios y el cielo, dejo de tener sentido para darle paso a la razón, la que nos ha servido hasta el momento para darnos cuenta, en pleno siglo XXI y después de la caída del muro, de que ya no existen las verdades absolutas), puesto que las cosas reales son del momento: es decir, nada es trascendente para nuestra época.
Quizá por ello, un pequeño grupo de muchachos nos animamos en esta aventura, puesto que aún existimos algunos que no creemos mucho en el consumo masivo, y fue especialmente por que aún existimos los que tenemos ese gusto inexplicable de lo vano, de la mentira, es decir, por aquello que unos cuantos hacemos jugando a darle un orden a las palabras, las ideas o los sentimientos: la literatura.
Y dado que nuestro Estado nunca responderá a una de las necesidades básicas de su pueblo, es decir, el conocimiento, o re-conocimiento —por lo menos básico—, de su propia cultura, y a través de ésta, la sociedad se vea reflejada en su propio espejo y de esta manera pueda reconocerse como “parte” de un todo, ese todo que de forma “parcial, apasionada y política”, como diría Baudalaire, sólo los artistas: poetas, escritores, pintores, músicos, etc., hacen de su época; la que sin ser escogida, pero que a uno finalmente lo termina por gustar, nos ha tocado vivir. Y sólo de esta manera, el artista tiene que incentivar a su sociedad, dándole a conocer lo que “los unos y los otros” hacen, lo que uno mismo crea o realiza, o cómo uno plasma sus inquietudes, interpreta su realidad, es decir, como concibe el mundo desde una perspectiva menos represiva que los Estados han ido adaptando y transformando para controlar su sociedad: es decir, la escuela y la universidad.
De esta manera, e invitándoles a valorar el esfuerzo, no sólo de un grupo de muchachos, sino del libro mismo que aparezca bajo el sello CASCAHUESOS Editores, termino sin antes recordarles que uno de los mejores pagos que la sociedad le puede hacer a sus escritores, es la de conocer sus obras, leerlas y disfrutarlas así como el escritor lo hace cuando las escribe; no importa si los libros son demasiado caros en un país donde la mitad de la población vive diariamente con apenas un dólar. Para eso también se ha creado CASCAHUESOS cuyos libros siempre estarán al alcance de todos los menos favorecidos.
Peor aún si ahora los requisitos del mercado han forzado a que todos los que nos dedicamos a la creación nos veamos de pronto inmersos dentro del poderoso tren o la autopista del consumismo, que el mismo libre mercado impulsa, y para lo cual, todos los Estados del mundo están o ya han adoptado las famosas “industrias culturales”, es decir, convertir todo lo que el hombre crea o hace en un producto masivo de consumo, el mismo que debe cumplir ciertos requisitos, cánones, estilos, o estándares de calidad, e ir a la par de la moda del momento, u otras formalidades, etc., etc.
Pues bien, quizá allí este parte de la respuesta y para empezar, tal vez sea porque en nuestro país aún no se han aplicado las respectivas “políticas culturales” que sólo sirven para impulsar la mencionada “industria cultural” y todo termine en el mercado como un producto efímero, de uso momentáneo y desechable al siguiente día.
Y puesto que en el mercado actual, el consumo masivo sólo es una forma más de darle un sentido a nuestra vida, darle un cuerpo a nuestra felicidad momentánea, (desmoronada, allá por el siglo XVIII, cuando lo trascendente, es decir, Dios y el cielo, dejo de tener sentido para darle paso a la razón, la que nos ha servido hasta el momento para darnos cuenta, en pleno siglo XXI y después de la caída del muro, de que ya no existen las verdades absolutas), puesto que las cosas reales son del momento: es decir, nada es trascendente para nuestra época.
Quizá por ello, un pequeño grupo de muchachos nos animamos en esta aventura, puesto que aún existimos algunos que no creemos mucho en el consumo masivo, y fue especialmente por que aún existimos los que tenemos ese gusto inexplicable de lo vano, de la mentira, es decir, por aquello que unos cuantos hacemos jugando a darle un orden a las palabras, las ideas o los sentimientos: la literatura.
Y dado que nuestro Estado nunca responderá a una de las necesidades básicas de su pueblo, es decir, el conocimiento, o re-conocimiento —por lo menos básico—, de su propia cultura, y a través de ésta, la sociedad se vea reflejada en su propio espejo y de esta manera pueda reconocerse como “parte” de un todo, ese todo que de forma “parcial, apasionada y política”, como diría Baudalaire, sólo los artistas: poetas, escritores, pintores, músicos, etc., hacen de su época; la que sin ser escogida, pero que a uno finalmente lo termina por gustar, nos ha tocado vivir. Y sólo de esta manera, el artista tiene que incentivar a su sociedad, dándole a conocer lo que “los unos y los otros” hacen, lo que uno mismo crea o realiza, o cómo uno plasma sus inquietudes, interpreta su realidad, es decir, como concibe el mundo desde una perspectiva menos represiva que los Estados han ido adaptando y transformando para controlar su sociedad: es decir, la escuela y la universidad.
De esta manera, e invitándoles a valorar el esfuerzo, no sólo de un grupo de muchachos, sino del libro mismo que aparezca bajo el sello CASCAHUESOS Editores, termino sin antes recordarles que uno de los mejores pagos que la sociedad le puede hacer a sus escritores, es la de conocer sus obras, leerlas y disfrutarlas así como el escritor lo hace cuando las escribe; no importa si los libros son demasiado caros en un país donde la mitad de la población vive diariamente con apenas un dólar. Para eso también se ha creado CASCAHUESOS cuyos libros siempre estarán al alcance de todos los menos favorecidos.
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